El nuevo profesor pertenecía a una muy conocida asociación de Madrid. Desde el comienzo marcó diferencias. Trabajo de la estructura física, alineación correcta del cuerpo, qi-gong físico, repetición de movimientos de la forma, estiramientos, relajación, alternancia entre lo duro y lo suave… agujetas, agujetas y más agujetas hasta que el cuerpo se fue tonificando y fortaleciendo… demostración de cada movimiento y aplicación marcial…
Aquella forma de entrenar cambió mi percepción acerca del taijiquan. Empecé a compaginar las clases con la asistencia a talleres, cursos, seminarios, encuentros… a recopilar libros y vídeos… y de vez en cuando aparecía el debate entre lo físico y lo espiritual.
En las librerías y bibliotecas los libros de taijiquan nunca se encontraban en las secciones de deportes o artes marciales, sino en las de espiritualidad, sanación, terapias o filosofía oriental.
De vez en cuando veía información sobre cursos de medicina tradicional china, terapias orientales y similares donde nunca faltaba el apartado dedicado al tai-chi como gimnasia suave o terapia alternativa.
Por otra parte, no dejaba de encontrar practicantes de otras escuelas que enfatizaban lo espiritual, lo meditativo y lo terapéutico frente al enfoque marcial e incluso muy saludable de una práctica más correcta (en mi opinión). Incluso llegué a conocer a chinos que me miraban extrañados diciendo “¿Pero por qué haces taijiquan? Eso es gimnasia para ancianos”.
El profesor dejó el centro un año después. Siempre le estaré agradecido por haberme orientado y por abrirme las puertas del taijiquan que hasta entonces permanecían cerradas para mí. Su marcha me llevó a buscar por diferentes grupos y escuelas hasta que encontré a mi maestro actual. Con él descubrí una faceta del taijiquan que hasta entonces no había practicado, el tui-shou. Esto me ayudó a mejorar mucho y a entender bien las aplicaciones, el uso de las ocho fuerzas, la estructura, y en general todo el trabajo del taijiquan. Incluso el taolu es muy diferente.
Ahora no puedo entender que alguien practique este arte sin hacer tui-shou, salvo por desconocimiento de su profesor. He conocido a algunos que decían “me gusta mucho la forma, pero no el tui-shou”. Para mí es como decir que me gusta tirar a puerta en el campo de fútbol, pero sin equipo y sin portero que intente detener mis balones. Incluso pienso que no hay taijiquan completo sin llegar a sanda, sin jugar el partido de fútbol contra otro equipo.
Pero entonces ¿Dónde queda la espiritualidad? ¿De dónde surge esa corriente que considera que en el tai-chi no hay que sudar y que todo consiste en moverse con extrema lentitud en una especie de danza mística?
Continuará…
Hace frío en la calle. El día se presenta lluvioso, gris, plomizo. La ciclogénesis explosiva barre la península como un gigantesco fajing. El viento derriba muros y pesadas estructuras metálicas. la fuerza del agua no se detiene ante las construcciones humanas o las rocas. Lo suave venciendo de nuevo a lo duro. Algún día tendré que escribir algo sobre la relación entre el taijiquan y las fuerzas de la naturaleza.
Aquí en la oficina se está bien. Mi trabajo es cómodo y dentro de la continuidad presenta cambios de ritmo, de intensidad, como un gran río, como mi querido estilo Chen. ¿Qué necesidad tengo de meterme en este jardín de lo físico y lo espiritual? En fin, como decía uno de mis profesores en mis años de estudiante universitario: "a lo difícil, que para lo fácil vale cualquiera".
Todavía recuerdo mi primer día de clase, hace ocho años. Un centro cultural municipal en Madrid. Un grupo de veinte personas y yo el único hombre. La profesora llegó y después de presentarse invitó a todas a quitarse pulseras, anillos, collares y pendientes porque "la energía se pierde por los metales".
Durante varios meses practicamos diferentes ejercicios de qi-gong y una forma del estilo X de 24 movimientos. Muchos comentarios y referencias a la energía de la tierra y del aire, a lo espiritual, mucho, muchísimo trabajo de qi-gong, algo de forma y nada de marcial, salvo algún comentario esporádico acerca de que en origen el tai-chi era un arte marcial pero ahora se practica para la salud y la espiritualidad. Todo el trabajo era muy suave. No se sudaba porque la actividad física era casi etérea. En palabras de la profesora, “todo el tai-chi era así: Neigong, neigong”.
Un compañero de trabajo me dijo que él también practicaba tai-chi dentro de un grupo dirigido por una psicoanalista argentina donde además estudiaban alquimia, terapias naturales, meditación, reflexología y otras disciplinas. El tai-chi “era una disciplina espiritual para conectar con las energías universales”.
Yo empezaba a pensar que me había equivocado de actividad.
Después de seis meses, la profesora nos dijo que se marchaba a vivir fuera de Madrid y que tendríamos un nuevo instructor.
Continuará...